Opinión
El otro día, en una amena
cena con amigas en el restaurante Aldebarán de Badajoz, tuve la misma sensación
que hace no mucho tiempo en un contexto similar, pena. Pena por constatar una
vez más la poca afluencia de público en esa hermosa sala. Ausencia
extrapolable a otras sufridas salas de otros tantos restaurantes de la ciudad
que un día apostaron mucho por una idea que girara entorno a la gastronomía
(Extremeña o no).
Esta sensación no fue
producto de mi insensibilidad por concluir que quizás esa ausencia de público
era consecuencia de las actuales dificultades que la mayoría de extremeños
padecen en la actualidad, ya que esto viene de lejos.
Quizás en esta tierra
también estamos en la cola en esto de ir más allá de quedar con tu pareja u
amigos/as para disfrutar de unas excelentes raciones o menú del día, ya que en
esto y a pesar del evidente descenso de su consumo aún se sigue haciendo y
viendo.
Es posible (al menos mi opinión)
que en esta tierra falte también cultura gastronómica que nos permita discernir
entre lo bueno de lo excelente, entre lo bueno y lo mediocre.
¿Cómo se explica que la
inmensa mayoría de personas que viven en nuestra comunidad autónoma no conozcan
templos gastronómicos como el restaurante Atrio de Cáceres? No me refiero a
haber degustado un menú en este restaurante, ya que supone posiblemente algo
prohibitivo para la mayoría de bolsillos, sino simplemente saber que a muy
pocos kilómetros, se encuentra uno de los mejores restaurantes de España
dirigido por un reconocido chef de la tierra que lleva décadas defendiendo y
difundiendo los productos extremeños. No es entendible.
Como no es entendible que
Extremadura acumule la ridícula cifra de dos estrellas Michelín (ambas del restaurante
Atrio), o sí. El problema no radica en el producto, ya que lo tenemos y de alta
calidad en muchos casos, sino en la ausencia de consumo. Si no hay consumo no se
invierte. Creo que ésta ha sido una de las causas más importantes de muchos fracasos
empresariales en el ámbito de la restauración (y puede que la causa
determinante para que muchos proyectos funcionando en la actualidad dejen de
hacerlo si la situación no cambia).
Evidentemente y como
expresaba antes, la alta restauración no es accesible a todos los bolsillos,
aunque sí creo que es accesible a muchos más bolsillos de lo que pensamos. En muchos
casos es una cuestión de actitud y preferencias. Por ejemplo, puedo cambiar tres
alcohólicas salidas nocturnas por una emocionante experiencia en el Atrio.
Valgan todas estas críticas
y autocríticas para cambiar el rumbo; informarnos, aprender, defender y difundir
todo lo relacionado con la gastronomía de nuestro entorno.
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